jueves, 13 de diciembre de 2007

Alerta de Terremoto. Tim Keppel

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ALERTA DE TERREMOTO
Traducción de Julio César Mejía Yepez
Alfaguara, Agosto 20o6. Primera edición
Bogotá Colombia
14.5 x 23.8 x 2.0 cms. 307 Páginas
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Carátula
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Para Anita.
Agradecimientos
A T. L. Toma, primer lector; Julio César Mejía Yépez, traductor; y Patricia Torres, editora, por su inestimable ayuda y apoyo en la preparación de este manuscrito.

Y a las revistas en las que aparecieron versiones anteriores de estos cuentos:
«Alerta de terremoto»: Glimmer Train http://www.glimmertrain.com/is40fal20.html y Número, “El año viejo»: The Literary Review/Frank (Escrituras Expatriadas) y Cuentos sin Cuenta, «Fantasías»: North Dakota Review, «Campeón»: Mid-American Review, «El robo»: New York Stories y Odradek, «Residente extranjero»: New Delta Review y El Matpensante, «Adiós a los barones y señores»: Main Street Rag, «Paternidad»: South Carolina Review y El Malpensante, «El barrio»: Florida Review y EI Malpensante, «La mitad del mundo»: El Malpensante y Narraciones sin frontera, «Peregrinaje»: Revista Universidad de Antioquia, «La tormenta»: Odradek, «La balada de las jorobadas»: El Malpensante.
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Contracarátula
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Solapa de la carátula
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El autor y su libro
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TEXTOS SOBRE EL LIBRO y EL AUTOR
*** Entre el cinismo y la bondad
Por Julio César Londoño
Gaceta, El País 7 de enero, 2007

Sigue vendiéndose como el pan en las librerías, y recibiendo comentarios elogiosos de la crítica, Alerta de terremoto, un libro de cuentos colombianísimos escritos por el estadounidense Tim Keppel. Radicado en Colombia desde hace más de diez años, y profesor de literatura de la Universidad del Valle, Keppel nota gracias a su condición de extranjero cosas que nosotros no advertimos. Por ejemplo, que la luz amarilla del semáforo significa “¡Acelere!” o que una semana son “ocho días” pero dos semanas apenas suman quince.
Aunque lo hipnotiza nuestra realidad –los secuestros, el narcotráfico, la guerra, la delincuencia común– “la violencia es un trasfondo de sus historias, no un protagonista como sucede usualmente en nuestra literatura”, según la aguda observación de Ricardo Moncada Esquivel. Y es verdad. En los cuentos de Keppel, esos que las revistas culturales colombianas se disputan, la violencia es apenas un telón de fondo porque en el primer plano lo que vemos son hombres y mujeres que sufren las universales ansiedades del amor, el sexo, el dinero, la amistad, el trabajo, la enfermedad.

Alerta de terremoto puede definirse como un libro de viajes escrito con las libertades de la ficción realista, narrado por escenas, como en los guiones cinematográficos, con el intimismo coloquial que le confiere el monólogo interior y unos saltos en el tiempo que evitan la monotonía del relato lineal e imitan el desorden de las narraciones orales. El tono dominante es el de la modernidad, el irónico, pero entre líneas hay siempre un rescoldo de genuina humanidad. Debajo de esa superficie encrespada y cínica, corre siempre una pudorosa corriente de bondad que nos recuerda a esos torvos amantes del tango que siempre fracasan cuando quieren ocultar su ternura bajo el lenguaje rudo con que injurian “la infiel”. O a los jóvenes de todas las épocas, que camuflan su cariño con madrazos y blasfemias. O a Capote, ese santo empeñado en hacernos creer que era un demonio. O a Wilde, ese moralista empeñado en parecer superficial.


El libro está lleno de observaciones menudas que nos ayudan a ver y a sentir: “Marleny sale con una mano en la espalda, como las embarazadas en las películas”. “La primera vez que le dije que la amaba, le dio taquicardia. El corazón le latía como el de un pajarito”.
Keppel tiene la cortesía de decirlo todo con pocas frases. Así, para resumir el confort de unas vacaciones nos dice simplemente que transcurrieron en “Cartagena, con arenas blancas y sábans almidonadas”. Para hablar de los nervios de un señor muy arisco, escribe: “Cuando Gisela se puso romántica, él le dijo que él se consideraba indigno del apostolado de la paternidad, que este mundo era una mierda, etc.” Keppel aprovecha siempre la experiencia del lector y nos ahorra esos fárragos que los escritores parlanchines nos asestan sin compasión. “Tengo 46 años y ella 23. Sí, ya sé, ya sé”, rezonga anticipándose a nuestras cejas alzadas, y pasa a otra cosa, a resumir, digamos, la historia de un personaje en un párrafo: “A Gisela no le tocado fácil en la vida. Creció en una familia de nueve hijos, en una finca de casa de bahareque y techo de paja. Conoció los piojos y la sarna y los emplastos de paico en las fosas nasales para atajar las lombrices. Cuando los paramilitares mataron a su papá, la mamá se volvió loca. Un hermano se metió a la guerrilla, otro fue a parar a la cárcel. Una hermana se metió a un culto, y otra rondaba por la zona de tolerancia, de minifalda y tacones altos. De algún modo Gisela sobrevivió, como el lirio ente la boñiga”.
El retrato de las carreteras del Cauca es literaria y socialmente perfecto. “Al entrar al Valle del patía, el paisaje es pedregosos y estéril. Por aquí hace siete años que no llueve. No hay ni una señal de vida, hasta que empiezan a aparecer los fantasmas. Inmóviles bajo un sol achicarrante, mujeres arrugadas y envueltas en chales se acurrucan bajo cambuches de iraca, extendiendo sus manos delgadas y frágiles. Algunas veces las acompañan niños de mirar vacío, pero nunca hombres. ¿Dónde están los hombres? ¿desaparecidos? ¿Muertos? ¿Sembrando inútilmente semillas que nunca crecerán? Los dedos esqueléticos nos hacen señas de que nos acerquemos”.

Las historias de Keppel mantienen la tensión por su lenguaje, por la intensidad de las peripecias, por sus dramas y por un recurso que maneja con mano maestra: la intercalación de cuentos cortos en los cuentos largos, como este que cierra el relato Adios a los barones y señores: “También está la historia del capo que quería que le pusieran su nombre a un río. Propuso la idea en varios sitios oficiales. Se hicieron varios intentos y algunos hasta perdieron sus empleos, pero el nombre del capo nunca salió en los mapas. Un día, no obstante, su cuerpo apareció flotando río abajo. Desde entonces lo llaman por su nombre”.
Uno ha aprendido a aceptar que los estadounidenses metan las narices en todo, que planten su bandera hasta en la Luna, que se ganen los premios Nobel, que inventen el jazz y le impongan al mundo su cine, sus jeans y sus hamburguesas; pero que también nos resulten ahora escribiendo los mejores cuentos colombianos, es algo que pasa de castaño a oscuro. Habrá que aceptarlo, supongo, y proponer, para conjurar la envidia, esta terna de cuentistas para la línea de ataque de la selección nacional del género: Tomás González, Tim Keppel y Roberto Rubiano.
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Alerta de Terremoto de TIM Keppel.
Por Melba Escobar

Piedepágina http://www.piedepagina.com/numero12/html/contenido.htm

¿Por qué es tan importante que sea un gringo el autor de este libro? Tal vez porque difícilmente se puede tener una mirada tan cínica y sorprendida cuando se juega de local. Tim Keppel es un norteamericano que vive en Cali desde 1995. En cada uno de sus relatos veremos a un gringo que sucumbe al encanto del trópico. Les pasa a Rick, Mike, Dave, Blake, Sonny, James. Hombres que salen de su país para volver a empezar, y acaban en Colombia. Todos ellos encuentran en Cali, Cartagena o Gorgona, una buena razón para aferrarse a la vida, aunque paradójicamente nunca hayan estado tan cerca de la muerte.

El autor nos va llevando por calles despavimentadas en la periferia, peleas de gallos, secuestros, exilios, viajes por carretera. La voluptuosidad del paisaje y la sensualidad de las mujeres van marcando el recorrido. Keppel puede poner a una mulata a sorber jugo de borojó con un pitillo mientras la vemos desde afuera, con la mirada refrescante de quien aún puede percibir lo insólito en lo que para nosotros es simplemente cotidiano. Por momentos es como si uno estuviera viendo a un colombiano desde afuera—desde el pellejo de un gringo--, un ejercicio que tiene algo de trágico y mucho de cómico. Algunas de estas historias (“El barrio”, “Farsante”, “La tormenta”, “La balada de las jorobadas”) son de una belleza estremecedora y de una gran fuerza simbólica. Casi se oye la salsa, se siente el olor a caña, el sabor a ron añejo. Cada relato es una experiencia sensorial exquisita, una invitación a coger carretera para irse a tierra caliente, al mar, a explorar ese país tan exótico del que habla Keppel, ese que nos parece tan familiar y asombroso a la vez.
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Ojo a las hojas
Y el gringo ahí
El asombro no ocurre porque este libro esté escrito por un gringo que “nos mira”. Tampoco porque de él puedan sacarse conclusiones sobre un probable perfil del ser colombiano.
Juan David Correa Ulloa ojoalahoj@yahoo.com
EL ESPECTADOR, jueves, 21 de septiembre de 2006
http://www.elespectador.com/elespectador/Secciones/Detalles.aspx?idNoticia=315

El asombro no ocurre porque este libro esté escrito por un gringo que “nos mira”. Tampoco porque de él puedan sacarse conclusiones sobre un probable perfil del ser colombiano. ¿Existe eso? Para eso no es la literatura, en todo caso. O a lo mejor sí, pero en grados menos abstractos, menos grandilocuentes. Y ahora que escribo esto, me parece que sí dice algo de lo que somos, o de lo que son los personajes colombianos. Todo en este formidable libro de cuentos de Tim Keppel llamado Alerta de terremoto.

Keppel es un escritor norteamericano en todo el sentido de la palabra. Pertenece a una tradición que es capaz de contar sin adornarse jamás; el lenguaje siempre escueto, las acciones que dan motor a los relatos, los personajes que se adivinan por descripciones precisas: una chica con cicatrices, un hombre con eczemas en los dedos a causa de un edipo no resuelto, un narco panzón a quien le abalean la panza sobre un tejado. Keppel es un escritor de relatos, sabe de estructuras, conoce bien su material. Y su material, en su mayoría, pertenece a un entorno y a una pregunta: ¿cómo es el mundo de un extranjero en un país extraño? El país, para nuestra fortuna, es Colombia. Y para la de Keppel también: ha encontrado en la naturaleza, en el movimiento de las ciudades –sobre todo de Cali–, en las mujeres, en los amigos, en la eufonía de los acentos, en las tiendas y en los barrios, una manera de escribir sin concesiones. Aunque estos relatos habían aparecido en diversas revistas –las únicas colombianas que aún publican ficción: Número, El Malpensante y Odradek– este libro es el resultado de un trabajo juicioso: en cada una de sus páginas se nota que ha cortado, ha depurado, ha buscado el ángulo preciso para los diecisiete relatos incluidos en el libro. En síntesis: ha aparecido una de las voces más emocionantes de la literatura publicada en Colombia de los últimos tiempos.

¿Y los cuentos? Cuentos sencillos, no muy largos. Cuentos escritos con cierta inocencia, pero con la dosis necesaria de que esa inocencia no se convierta en fantasía sino en una cruda descripción de los acontecimientos. En El robo, a Rick, un gringo, se le vence la visa. Vive en Cali, se la pasa sentado en un parque, Javier, su único amigo, es un mamerto a quien le gusta hacer aforismos pero que conoce bien el revés de la trama: Javier sabe de Vanesa y Vanesa es una mujer de la noche larga que sabe de hacer vueltas y torcidos. El pobre de Rick se enamora de Vanesa, se enrumba con ella, se va de cabalgatas y rones, le da plata, bailan pegados y hacen el amor. Vanesa se va con un alemán, mejor partido que Rick, y la visa jamás se tramita.

Otro de los aciertos del libro tiene que ver con la capacidad de Keppel para escuchar el habla de los colombianos y leer el mundo que lo rodea. La voz que narra siempre está intercalando recuerdos con fragmentos de la realidad de los noticieros, y a ello le suma la vida de los personajes con los que se cruza en su camino.

“El padre de Marisol era un maestro de construcción de pocas palabras y cara tostada; la madre era una costurera gordita y sonriente. Los hermanos y las hermanas, eran sorprendentemente sencillos. Marisol era, evidentemente, la joya de la familia; había fotos suyas en todas las paredes”. (75).

¿Cuál es el resultado de Alerta de terremoto? Aunque no suene muy sorpresivo, Keppel no se ocupa, precisamente, del “terremoto” como metonimia de Colombia, de un país como el nuestro, un país condenado por el departamento de Estado de los Estados Unidos; un país con prensa roja en todo el mundo; un país violento, miedoso, en el que la gente se ha acostumbrado a “vivir sin pánico” como dice en uno de sus cuentos; sino de las grietas que deja ese terremoto, grietas en la vida diaria, cicatrices pequeñas, detalles de apariencia insignificante. Si bien en uno de sus cuentos el propio personaje dice que uno no es profeta en su tierra y menos en tierra ajena, yo creo que Keppel se ha hecho un escritor admirable lejos de su Virginia natal.
Alerta de terremoto, Tim Keppel, Alfaguara.
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De rumba con Loncho
Navidad y libros
Tradicionalmente, por esta época las diferentes casas disqueras estrenaban lo mejor de sus artistas para prender con antelación las fiestas navideñas.
Loncho Sánchez
El Espectador, sábado, 25 de noviembre de 2006
http://www.elespectador.com/elespectador/Secciones/Detalles.aspx?idNoticia=2536

Tradicionalmente, por esta época las diferentes casas disqueras estrenaban lo mejor de sus artistas para prender con antelación las fiestas navideñas. Pero algo debe estar pasando cuando este año el mercado discográfico está de agache. ¿Será que el reggaetón terminó devorando al resto de ritmos? Tal parece que entre Calle 13 y Daddy Yankee se dividen los gustos de los jóvenes de hoy. Al menos es la competencia que se escucha en los buses que recorren Bogotá, los mismos donde hasta hace muy poco dominaba el bolerato (ese vallenato llorón que tanto gusta en el interior del país).

Pero si hay pobreza por los lados musicales, el tema literario, en cambio, se ha movido fuertemente en los últimos meses. Planeta y Alfaguara han publicado recientemente una amena variedad de libros que prometen hacer de este diciembre una verdadera rumba literaria (y con este término no pretendo ofender a los intelectuales. O a quienes posan de tal).

¿Qué hay para leer? Por los lados de Alfaguara tenemos a Tim Keppel. Se trata de un “gringo colombianizado” que vive en Cali desde 1995. En Alerta de terremoto presenta una magnífica y divertida antología de 17 cuentos en los que recoge nuestra cultura con mucho humor y con un lenguaje fresco que logra identidad.
... sigue (sobre otros temas y libros) ...
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Tendencias
Una buena cosecha literaria
Hubo novelas y libros de poesía sobresalientes y las editoriales volvieron a publicar cuentos. Este será recordado como un año positivo para la literatura colombiana.
Por Luis Fernando Afanador Crítico literario
Fecha: 12/16/2006 -1285 http://www.semana.com/wf_InfoArticulo.aspx?IdArt=100083

Este fue sin duda un gran año para la literatura colombiana. Jorge Franco (Melodrama), Héctor Abad (El olvido que seremos) y Ricardo Silva (El hombre de los mil nombres) publicaron sus mejores obras. Pedro-Juan Valencia (al parecer un seudónimo del poeta Darío Jaramillo Agudelo) escribió Eclipse del cuerpo, un relato perdurable sobre el eterno tema del cuerpo y el yo.

De otra parte, la novela siguió demostrando que la historia de Colombia sigue siendo una riquísima fuente de temas literarios: Miguel Torres (El crimen del siglo) exploró a fondo la vida y el contexto social de Juan Roa Sierra, el hombre acusado de haber asesinado a Jorge Eliécer Gaitán, y María Cristina Restrepo (Amores sin tregua) recreó con mucho rigor el periodo del ascenso al poder del general Tomás Cipriano de Mosquera en Antioquia. La corrupción y el narcotráfico, las dos lacras nacionales, fueron abordadas desde la perspectiva del género policial por Silvia Galvis (El hombre que sabía demasiado) y Pedro Badrán (Un cadáver en la mesa es de mala educación). Y la otra gran lacra, el desplazamiento, con su secuela de miseria y violencia, fue contada en todo su horror por Óscar Collazos (Rencor) a través del relato de una joven de 16 años que habla de su vida frente a la cámara de un documentalista: "Así es la vida en ese barrio y en otros barrios, en el Olaya, en San Francisco, en Arroz Barato, en el El Pozón, en La Popa. Los pandilleros se matan entre ellos. Los de la Popa son los más tesos y bravos. A cuchillo o a bala. Cogen mujer a la brava y si alguien protesta, el papá o el hermano, lo amenazan con darle plomo".

Se reeditaron -qué bueno- los magníficos cuentos de Roberto Rubiano Vargas (Necesitaba una historia de amor), emblemáticos de la literatura negra y urbana de los años 60. También, los de Ricardo Cano Gaviria (El París de Baudelaire, que incluye dos relatos nuevos), el nunca olvidado francófilo de nuestras letras a pesar de su exilio voluntario. Antonio Ungar (Las orejas del lobo, libro a caballo entre el cuento y la novela), siguió demostrando su talento con una visión sombría y luminosa de la infancia. Y Tim Keppel (Alerta de terremoto), aunque norteamericano, logró adentrarse con sus historias en la mentalidad colombiana, gracias a una mirada crítica pero atenta y respetuosa, es decir, más enriquecedora que la de muchos extranjeros que vienen a enseñarnos "lo que tenemos que hacer" para solucionar nuestros problemas.

La realidad es la tendencia.
... sigue (sobre otros temas y libros) ...
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Libros en Navidad*
Por: Germán Patiño
EL PAIS, Cali, Diciembre 17 de 2007 http://www.elpais.com.co/historico/dic172007/OPN/opi02.html

Sin cabalgata y sin atorrantes vivando en las calles al América o al Cali, este diciembre se revela propicio para la lectura, la más dulce y civilizada de las actividades humanas.

Además, si se quiere regalar algo bueno, bonito y barato, un imposible en estas épocas del Ipod y los celulares que sirven para todo, menos para llamar, lo indicado es alguno de los buenos libros publicados en fecha reciente. A continuación mis recomendados de fin de año:
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‘Alerta de terremoto’, de Tim Keppel. Un libro de cuentos destinado a formar parte de la antología del género. 16 relatos de gran factura, que inmovilizan al lector en su silla. Surge el asombro por una Colombia que no conocemos, pese a que pasa frente a nuestros ojos todos los días. Nos recupera la capacidad de sorpresa que hemos perdido, propia de quienes, inmersos en el horror y la tragedia, terminamos por considerar rutinario lo que en realidad es insólito. La mirada de un extranjero enamorado del país, que nos ayuda a vernos mejor, en una serie de cuentos que revelan a un maestro del género.
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* En esta columna otros recomendados: ‘Donde no te conozcan’, de Enrique Serrano. ‘Fogón de Negros’, de Germán Patiño. ‘Jorge Isaacs, el creador en todas sus facetas’ . ‘Paseo bugueño’, de Eduardo José Victoria.